La crisis global (todavía se la sigue llamando así) sigue su curso, se va profundizando con el correr de los años, deteriora las instituciones de las potencias centrales, quiebra las tramas económicas y culturales que cohesionaban a esas sociedades, queda al descubierto como decadencia es decir como proceso de deterioro general irreversible.
También va llegando a los denominados países emergentes derrumbando el mito del rejuvenecimiento capitalista desde la periferia, de la superación burguesa del neoliberalismo occidental gracias a la intervención del estado. Los años 2008 y 2013 constituyen períodos donde se aceleró la declinación del capitalismo, en ambos casos el desastre tuvo como origen al centro imperial para luego propagarse hacia el conjunto del sistema global. Podríamos establecer un corte aún más preciso y fijar los meses de Septiembre de 2008 y Septiembre-Octubre de 2013 como los momentos en los que la historia universal incrementó bruscamente su velocidad cuando la acumulación de degradaciones produjo un gran salto de cantidad en calidad. Desde el punto de vista de los amos del sistema es posible hablar de annus horribilis es decir años de grandes desgracias, aunque desde el lado de las víctimas, de los miles de millones de seres humanos que habitan en el subsuelo del planeta burgués podemos afirmar que se trata de annus mirabilis, de períodos donde el sistema avanza claramente hacia su ruina es decir de acontecimientos maravillosos que alientan la esperanza en la posible conquista de un mundo mejor.