La radicalización reaccionaria de los gobiernos de países como Paraguay, Argentina, Brasil, México u Honduras comienza a generar la polémica en torno de su caracterización. Ninguno de esos regímenes ha sido el resultado de golpes de estado militares
En los casos de Brasil, Honduras o Paraguay la destitución de los presidentes fue realizada (parodia constitucional mediante) por el poder legislativo en combinación más o menos fuerte con los poderes judicial y mediático. En Brasil la Presidencia pasó a ser ejercida por el vicepresidente Temer (ungido por un golpe parlamentario) cuyo nivel de aceptación popular según diversas encuestas rondaría apenas el 3 % de los ciudadanos. En Paraguay ocurrió lo mismo, y el presidente destituido fue remplazado por el vicepresidente a través de un procedimiento parlamentario express y luego fueron realizada elecciones presidenciales que consagraron a Horacio Cartes un personaje de ultraderecha claramente vinculado al narcotráfico.