Existe un encadenamiento causal claro entre la decadencia económica del Imperio y la tentativa desesperada de sus dirigentes por frenarla a través de una sucesión de victorias militares en Asia Central y Medio Oriente. Si esa estrategia hubiera sido exitosa la superpotencia controlaría hoy la mayor parte de la franja eurasiática que se extiende desde los balcanes hasta Pakistán atravesando Turquía, la cuenca del Mar Caspio, Irak, e Irán, dominando así cerca del 70 % de los recursos petroleros mundiales.
Ese hecho le habría permitido asegurar su hegemonía financiera internacional simbolizada por el reinado universal del dólar. Pero la aventura fracasó y hoy los norteamericanos están empantanados en Irak y Afganistán mientras se reduce su influencia sobre Eurasia.