Cuando en febrero de este año Alan Greenspam, ex titular de la Reserva Federal, anunció la posibilidad de que los Estados Unidos entren en recesión antes de fines de 2007 (su observación coincidió con el derrumbe bursátil desatado por la caída de la bolsa de Shangai) llovieron los desmentidos de expertos y autoridades monetarias de los países centrales.
Pero la realidad no puede ser exorcizada con manipulaciones mediáticas, la acumulación de déficits, la degradación del dólar y sobre todo el desinfle de la burbuja inmobiliaria hacían inevitable el desenlace. La burbuja inmobiliaria, pieza maestra de la estrategia económica de la administración Bush junto a la avalancha de gastos militares (con la locura militarista que la acompañó) y las reducciones fiscales; consiguieron sacar a la economía estadounidense del estancamiento inflando un consumo no respaldado por el desarrollo productivo local (la decadencia del sistema industrial norteamericano ya lleva muchos años).